No hay absolutamente nada de original en esta película. Hasta pareciera que en la elaboración de esta clase de pastiches se hiciera un esfuerzo por rehuirle a la originalidad, quizá por un temor a lo nuevo, a lo comercialmente arriesgado. Y es verdad, el género de terror suele ser así: de cada veinte películas convencionales, rutinarias, vacías e insustanciales, con suerte puede encontrarse una que realmente valga la pena. Un terreno consolidado que supo generar una demanda más que consistente –de parte del público adolescente sobre todo– debe producir cualquier cosa para seguir existiendo y redituando, como Terror en Chernobyl.
Tenemos otra vez al grupo de bellos y jóvenes estadounidenses que sale de vacaciones por Europa y que se ve seducido con un atípico y tentador desvío –como en...
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