La clase política no quiere verlo, dicen los analistas. Pero el desgaste y la banalización de la herramienta hacen peligrar su credibilidad y su sentido. En el declive de la interpelación inciden las ansias de protagonismo, considerables problemas de comunicación y también la inocuidad de sus resultados.
No siempre se supo el resultado de antemano, no siempre fue un diálogo de sordos. Al menos eso dicen los relatos. Antes de la dictadura, la interpelación era más parecida a un duelo. Claro está que había interpelaciones con más sangre que otras. La intensidad dependía de las dotes de orador del interpelante y del interpelado. Por eso Wilson Ferreira Aldunate resurge en cada conversación sobre la interpelación como herramienta política, también Carlos Julio Pereyra. Pero la cues...
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