La elite rural de inmigrantes británicos fue la que montó, al finalizar la Guerra Grande, los primeros circos hípicos que inauguraron las tradicionales “carreras inglesas”. El naciente Estado uruguayo no tardó en auspiciarlas. El gobierno de Berro ofrendó el primer premio para una “carrera nacional” en 1861: un juego de té en plata maciza y elegante cincelado. Un aficionado a los caballos como el coronel Latorre, entronado dictador por el patriciado, fue quien decretó el primer reglamento nacional de carreras en 1877.
Pero quien colocó al turf en la agenda del Estado moderno fue la versión ostentosa del período militarista: el general Máximo Santos, otro destacado gobernante propietario de caballos de carrera. Fue el pintoresco uniformado quien reguló por primera vez las apuestas y los jue...
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