Soy un ciclista “renacido”. Y como esos “cristianos renacidos” que vuelven a la fe tras largo tiempo, admito que soy un poco fanático.Tuve bicicleta cuando chico, como casi cada niño. Estoy viendo a mi padre el día de mi octavo cumpleaños. Era 1967 y vivíamos en Mendoza (los sesenta y aquella Argentina desarrollada: dos mundos desaparecidos). Me habían hecho salir a la calle para esperar un regalo misterioso. Asombrado, vi a mi papá que pedaleaba hacia mí montado en una maravillosa bicicleta roja. ¡Mi primera bicicleta! Le gustaban esos golpes de efecto a mi padre. Y le daban resultado. Nunca he olvidado esa escena. Esa bici fue un objeto importante de mi niñez. Quizás por eso mismo me negué a entrar en la adolescencia pedaleando sobre ella. A los 15, despiadado, la vendí a un ropavejero....
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