Al llegar a Ejido, el 103 a Villa García ya se llenó. No es una hora pico, pero puede tener que ver que la selección juega en un par de horas. Los pasajeros apuntan la cabeza estrictamente hacia afuera, como imposibilitados de girarla hacia el pasillo. El bondi se mueve lento, fiel representante de la media de velocidad de su especie en el centro de Montevideo, entre los seis y los ocho quilómetros por hora. Casi como ir caminando. Que sería una opción a considerar si no fuera porque el destino está a más de veinte quilómetros.
Un elemento clave es la dimensión temporal. La actitud de abandono del propio tiempo que el bondi va generando en los usuarios, esas horas muertas matizadas a veces por un libro o por auriculares. Imagine que vive en Villa García, o en Paso de la Arena y...
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