Ettore Scola hizo 40 películas entre Se permette parliamo di donne (1964) y Qué extraño llamarse Federico (2013), entre ellas unas diez que pueden figurar en esa lista de filmes de firme arraigo en la memoria del cine italiano, que –al menos para las generaciones mayores– es tanto como decir también nuestro cine. Nacido en 1931, Scola se enganchó con naturalidad en ese tren robusto y gozoso, con muchas vías, que comenzó en la posguerra con el neorrealismo y continuó luego con algo llamado el posneorrealismo, y ya sin mucha clasificación se abrió por caminos de humor, de crítica, de denuncia, de sueños, de relecturas históricas, de miradas acres, o feroces, o elegantemente desencantadas. Esto es, después de De Sica, Rossellini, Germi y Visconti –y paralelamente a ellos–, el aluvión de Dino ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate