El previo fervor y la misteriosa lealtad con que los lectores se acercan a un libro indican, dice Borges, su carácter de “obra clásica”. ¿Con qué disposiciones de ánimo nos acercamos a las novelas de Michel Houellebecq? El barullo mediático que rodea a ese señor personaje que es Michel Houellebecq aconseja descartar la “misteriosa lealtad” y pensar en formas de la curiosidad e, incluso, de la incredulidad. (Días atrás me escribía un amigo, fino lector, asombrado de haber devorado al hilo varias novelas de Houellebecq y de haberse topado con un “escritor excepcional”.)
Macilento, verdoso, forunculoso, desdentado, con restos de crenchas grasosas o pajizas sobre el cráneo, con un pucho como apéndice insecable, penetrado por la nicotina y el alcohol: así ha aparecido Houellebecq, fotografiado ...
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