Desde hace 12 años, ella viaja desde su hogar cerca de Tel Aviv para estar cada domingo (el equivalente a nuestro lunes) en uno de los lugares más horribles y sórdidos del territorio ocupado: el enorme checkpoint de Qalandiya, la entrada norte a Jerusalén. Por allí pasan cada mañana, después de hacer colas inhumanas durante varias horas desde la madrugada, varios miles de palestinos –la gran mayoría obreros, pero también estudiantes, mujeres y personas enfermas– que constituyen la minoría “privilegiada” con permiso para entrar en Jerusalén a trabajar, estudiar o ir al hospital. Allí es donde también confluyen las manifestaciones que terminan siempre con gran violencia represiva.
Tamar Fleishman es judía israelí, de origen azkenazí; sus padres emigraron muy jóvenes desde una región que era ...
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