En un mundo impaciente como el nuestro, dominado por la cultura del instante y el vértigo, la espera, cualquier situación de espera, puede volverse un castigo, provocar actos violentos o, tal vez, entre el aburrimiento y el estoicismo, coagularse en un tiempo muerto de tedio irrelevante. Pero a veces, como en el libro Mientras espero, de Roberto Appratto, el misterio del tiempo perdido –en la fila del cajero automático, cuando realizamos trámites, pagamos cuentas, aguardamos para ingresar a un consultorio médico– se convierte en el espacio temporal de un vacío infinito que favorece la mirada, la reflexión y la literatura. Ante la obligación de esperar, y la futilidad de explicar la demora, afloran misterios y problemas: ¿cómo “estar” en la espera?, ¿qué representa?, ¿cuánto genera?, ¿por q...
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