Posible historia para el Mar Muerto
Samir tiene 16 y es de noche hace rato. Abandonó la fiesta y el mar está tibio. Pensó: por qué me dijeron mar si la palabra era lago. Y tras el lago el recuerdo del apellido horrible en la boca del murciélago de geografía: endorreico. Nunca desagota ese mar, como yo, pensó Samir. A mi padre seguro que no le pasa.
También le habían dicho de cómo la bella Cleopatra se revolcaba en ese lodo y de cómo la brillantina incompetente de la jordana Mai Selim arrugó sus piececitos bajo la cuasi salinidad del Mar Muerto: cada metro cúbico de este mar pesa 235 quilos más, por salado, que cualquier otro. Cuando niño, Samir trepaba la escalera hasta el tarro de sal gruesa para granjearse un puñado de piedritas en las manos; y después a masticar con parsimonia, des...
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