Mientras Uruguay duerme su larga siesta cultural, los directores de cine se empeñan en hacer películas que deberían agitar las aguas del estanque. En 2013 fue El lugar del hijo, de Manolo Nieto, premiada tanto en La Habana como en Nueva York, que abordó asuntos como la crisis económica de 2002, la herencia –casi siempre maldita–, el campo y la ciudad, la militancia de hoy y de ayer, la ética individual y colectiva, y la entrada tardía y reticente en la edad adulta; con una mirada sobre Uruguay hasta entonces inédita. En 2015 es El hombre nuevo, de Aldo Garay (premiada en el Festival de Berlín con el Teddy Award a mejor documental Lgtb), la que ya desde el título atiza el julepe, remitiendo al “hombre nuevo” guevariano (y también al cristiano) así como a la identidad de género del protagoni...
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