Es una película intensa, íntima, perturbadora. Ana Katz parece preferir los personajes femeninos con estas características: desbordados, imprevisibles, “sarpados”, según el léxico popular. Esa imprevisibilidad tiñe sus películas de un peculiar matiz que mezcla a la vez la inquietud –¿qué diablos puede pasar con esta mujer?– y la simpatía: los seres (personajes) tan imperfectos terminan mereciendo (casi) siempre nuestro aprecio.
En este caso el personaje desbordado es Rosa, interpretada por la misma directora, un vendaval plebeyo y dispuesto que irrumpe en el parque donde las mamás –y algún papá– pasean a sus bebés, ese universo que se quiere plácido y ordenado, con sus horarios y sus confidencias y sus consejos madre-madre. Pero allí también acude Liz (Julieta Zylberberg), una madre recien...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate