En un mundo globalizado, determinado por los avatares del capital financiero internacional, las dificultades que atraviesan “las izquierdas” son, principalmente, producto de su difícil adaptabilidad a un sistema dominante con el que debe negociar las políticas sociales disimulando sus claudicaciones. Resulta entonces normal, y productivo, que en su seno surjan fuertes contradicciones. Lo incoherente con la tradición inclusiva y polémica de la izquierda uruguaya es que esas contradicciones se ahoguen en la hipocresía de los juegos de poder. Cuando en tal escenario surge una figura sintomática de las disidencias internas, ella es, indefectiblemente, la del monstruo político.
La concepción clásica y eugenésica del poder (según la cual éste sólo puede ser ejercido por los “bien-nac...
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