En medio del mar de periodistas extranjeros que estos últimos días han estado entre nosotros por el cambio de mando, más de uno me ha preguntado acerca del balance del gobierno y de la gestión de Mujica como presidente. No es una pregunta sencilla de responder, en particular en estos momentos. No sólo por las peculiaridades de Mujica sino también por lo que en rigor significa ser un buen presidente en los actuales contextos. También por la falta de perspectiva temporal y por el impacto que aún genera y que seguirá generando su personalidad y su carisma político entre los uruguayos. Entre el encono –a veces el odio– y el endiosamiento, la figura de Mujica no deja a nadie indiferente. Como era de esperar, y como es bueno que ocurra para la salud de la democracia, su figura no genera unanimid...
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