Después de la marcha
Federico tiene 25 años. No vivió la dictadura. Se crió en democracia. El lunes, termo y mate a cuestas, caminó las seis cuadras que separan la Plaza Independencia de la Libertad, ese lugar que a pesar del transcurrir del tiempo sigue siendo la desembocadura de las ansiedades colectivas. “No hay democracia escondiendo cadáveres o dejando impunes a estos tipos”, dice, mientras levanta la mirada para calcular, a ojo, la cantidad de gente concentrada a las seis de la tarde. A esa hora estaba convocada una manifestación en repudio a la decisión de la Suprema Corte de Justicia de tachar como inconstitucional la ley interpretativa de la ley de caducidad, por la cual se declaraban imprescriptibles los crímenes de la dictadura. Como él, miles de personas llenaron la plaz...
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