No hay caso. Cada literatura nacional que se precie viene, en la última década, generando sus novelas o cuentos policiales. Género proteico, que permite –más bien requiere, dada su pretensión realista– una adecuación a las sociedades donde se va ubicando, lo que asegura una interesante aproximación a las más diversas culturas, en clave de un apasionante viaje de misterio. La mayoría de esos libros, en este tiempo, además se pretenden “negros”, porque tal color adquirió, desde las envidiables plumas de Chandler y Hammett, un prestigio que ya no ostenta la novela-enigma, pese a ser preferida por Borges.
Es, sin embargo, una asunción que no vale para todos los casos. No es el nivel de morbosidad de los crímenes el que aporta la pátina “negra”. El policial “negro” –categoría de nacimiento hist...
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